Tiene 87 años, usa andador para caminar y se toca con un sombrerito de paja que no habría desentonado en la cabeza de miss Marple. Teresa Thomas se siente muy british, a pesar del tono azabache de su piel y ese acento dulzón de Maracaibo con el que cuenta sus cosas.
Mi alumna Teresa
Prácticamente acaba de aterrizar en Gran Canaria procedente de su Venezuela natal. Teresa emigra azuzada por el hambre y la falta de medicinas. «Llegué tan flaca que mi nieta me llamaba huesitos».
Mi primer encuentro con ella fue en el aula de informática del Gabinete Literario de Las Palmas donde desde hace apenas un mes imparto clases de alfabetización digital y un taller de smartphone para personas mayores.
A Teresa la trajo su hija Greta para que yo le enseñara a utilizar el móvil, herramienta imprescindible de nuestros días, mucho más si se emigra a los 87 y una quiere, como es natural, moverse con libertad en la ciudad de acogida.
Teresa Thomas de Trujillo (Lagunillas, Estado de Xulia, Venezuela, 1930) es una mujer que parece sacada de otro tiempo. De ademanes corteses y optimismo de cristiana evangélica, esta alumna mía es como un pastelito de nata.
Explica que sus padres emigraron a Venezuela desde Inglaterra, aunque pronto aclara que lo hicieron en realidad desde la isla caribeña de Grenada, entonces colonia británica.
Así que su educación -y esto es una mantra que repite a lo largo de la conversación- fue «muy inglesa». «Ellos (los padres) llegaron en 1928 y yo nací en 1930, el 29 de julio».
El señor Thomas era sastre y trabajó en la petrolera Creole hasta que se independizó y montó su propio negocio. La señora Thomas estaba empleada como cocinera en otra petrolera, la Mene Grande Oil, y la niña Teresa empezó como telefonista en la Shell a los 15, aunque dijeron que ya había cumplido los 18 para que pudiera ser contratada.
Aquella fue una época de esplendor en Venezuela. «Había de todo, de todo». No faltaba de nada en la casa de los Thomas; no vivían con lujo, «pero sí bien». «Éramos cinco hermanas, Josefina, María, Verónica … Francisca, Liana; yo, la mayor».
La infancia y la juventud de Teresa transcurren entre los estudios primarios y «un poquito de música». Como se ha dicho, a los 18 (que eran 15) entró como telefonista de la Shell, para trabajar en una de aquellas centralitas de cables y clavijas.
Teresa insiste varias veces en que la educación que le dieron en casa fue «todo en inglés», tanto es así que a veces tiene dificultades para encontrar la palabra justa en castellano.
Y así..: «Me enamoré de un inglés».
El primer amor de Teresa Thomas de Trujillo se llamaba Roderick Martin, inglés de piel oscura. ¿Era guapo? «Para mí, en aquel entonces sí» (risas) ….
Dos matrimonios -el segundo con Antonio Trujillo-; ocho hijos; la centralita de cables y clavijas; su fe cristiana; las amistades; el recuerdo de papá, la cocina de mamá y lo que ellos le enseñaron…. 87 años que se dice pronto, y ahora, aquí, a más de 6.000 kilómetros de Maracaibo, apenas una brizna arrastrada por los vientos de la historia.
«Para mi ha sido una bendición venirme, ésta es una ciudad preciosa -bueno, todas las ciudades son bonitas-, pero es que yo veo tanta amabilidad con las personas, aquí a los mayores los tratan con esa decencia, con esa dulzura, con ese cariño. ¡Dios mío! yo me asombro, en Venezuela no existe eso, ni siquiera en aquel entonces.
conchi
còmo me gusta Angeles que tengas una alumna «tan especial»
tiene que ser muy tierno estàr con ella y escuchar todas sus vivencias,que me imagino seràn muchas,
un saludo de una «antigua»jejeje alumna,conchi
Ángeles Arencibia
Un saludo Conchi, me alegra mucho verte por aquí.
Greta Martin
Gracias Ángeles. Bonito artículo sobre mi madre.
Tu paciencia y cariño la han hecho sentirse en casa.
Te deseamos SALUD y muchas BENDICIONES!
Ángeles Arencibia
Pero ¿usa el móvil?
Ángeles Arencibia
Lo mismo digo. Un beso a Teresa.
UNo
Como siempre Ángeles, una lectura muy agradable.
Saludos
Ángeles Arencibia
Muchas gracias Uno