El proyecto de ley del suelo que se tramita en el Parlamento de Canarias le da el balón al más pequeño de la clase. El ejemplo lo puso Faustino García Marquez, arquitecto y exdirector de la Agencia Canaria de Desarrollo Sostenible y Cambio Climático hace un par de semanas en una jornada organizada por el colectivo Muévete por el clima.
El más pequeño de la clase son los ayuntamientos y el balón, la gestión del territorio. ¿Qué ocurrirá? Pues como en el colegio, que el más pequeño no tendrá fuerzas para retener el balón y al momento se lo quitarán los grandes.
Márquez fue claro: Vamos directos a una nueva burbuja.
El experto augura un futuro desolador para Canarias con una “expansión brutal de actuaciones impropias, dispersas, aisladas … pérdidas irrecuperables”, gracias a la desregulación que trae el proyecto del Gobierno canario. 

Poco después escuche al catedrático Lluis Serra hablar sobre legumbres en unas jornadas organizadas por el Gabinete Literario en el marco de la Semana Canaria de la Ciencia.
Lentejas, garbanzos y judías son superalimentos, que unen a sus cualidades nutricionales beneficios paisajísticos y hasta climáticos: 1 kilo de vacuno requiere 13.000 litros de agua; uno de legumbres, 50, y, además, las vacas -es bueno saberlo – producen el 19% del total de gases de efecto invernadero que se emiten en el planeta.
Serra aboga por un rearme alimentario -la expresión es mía- de Gran Canaria: Recuperar el cultivo en las medianías aliviará la necesidad de importar nueces de California, pongamos por caso, y redundará en la producción de las nuestras, que son excelsas. Paisaje, salud, patrimonio cultural, desarrollo sostenible (menos importaciones reduce transporte) son los mimbres del proyecto La isla en tu plato, una idea sabrosa.
Completa el panorama un reciente artículo del presidente del Cabildo de Gran Canaria donde denuncia el nulo desarrollo de las energías renovables en una tierra donde sobran sol, viento y mar.
Estas son tres patas (desregulación del territorio, abandono de los cultivos y cero renovables) del mismo banco de siempre. Miopía y cortoplacismo. Lo tenemos todo, pero lo tiramos por el sumidero.
En la actualidad necesitaríamos 73 islas para abastecernos de los recursos que consumimos y absorber los residuos que generamos nosotras solas, según los datos aportados por García Márquez. Pero nosotros seguimos adelante como si no hubiera un mañana, como si Trump tuviera razón sobre el cambio climático, y como si el territorio fuera un chicle.
Pero, como subrayó el arquitecto, el territorio no es nuestro, pertenece a las próximas generaciones. Y ni Trump tiene razón, ni el suelo es un chicle.
UNo
Uff……muy dura la tarea agrícola, sobre todo cuando llega un golpe de calor o de frío y todo se va al garete.
Saludos
Ángeles Arencibia
Duro, pero necesario. Saludos
Francisco Javier B. González Echeverria
Buenos días:
No he encontrado el espacio para el artículo original del día 14 de abril de «La Provincia», pero he buscado en internet y he encontrado este blog en el cual ya comentaba asuntos muy similares. Por ello le escribo en este espacio.
Con respecto al recordatorio de «Esto cambia, insensatos» del 14 de abril, y como el ladrillo en Gran Canaria sigue, y lo de «las 73 islas necesarias»del premiado este año Faustino García Marquez, la respuesta es tal y como Ud. dice en el anterior comentario, pues que es necesaria la verdad.
Por el «amor a la verdad» que tantos personajes ilustres en la historia tuvieron como lema y , en este caso, Ud. nos trae a la memoria recordando de otras voces (en este caso del arquitecto García Márquez y otros del 23 de noviembre de 2016 de – que lo han manifestado. Y eso, su labor de conciencia colectiva y búsqueda de la verdad, le honra.
Un cordial saludo
Ángeles Arencibia
Le agradezco su comentario. Seguimos mirando a otro lado.