En los años de la transición y posteriores, en España los políticos tenían buen cartel. Eran gente respetable.
En los primeros años de la democracia había sensación de estreno y los políticos elegidos por los ciudadanos eran los nuevos apóstoles de un tiempo de modernidad.
En 30 años la situación se ha invertido. Los políticos, como clase, están mal, muy mal, valorados.
Hay una sensación generalizada entre parte de la ciudadanía de que se va a la política para sacar rentabilidad personal. Que son, en general, una pandilla de espabilados.
Hemos pasado de un respeto casi reverencial hacia la clase política al desprecio. Se lo han ido ganado a lo largo de estos años con corrupciones, corruptelas, ineficacias, abusos de poder y otros asuntillos parecidos.
También los ciudadanos hemos ido perdiendo ese respeto reverencial, heredado quizás del miedo que la dictadura incrustó en los huesos del país. Y ahora criticamos a mansalva, tengamos o no razón.
En este clima surge el fenómeno Urdangarín y la última figura que había quedado por encima del fangal, queda salpicada. Ahora ni la Corona.
Comentarios, opiniones y titulares que estoy viendo publicados estos días a ráiz de las sospechas sobre el yerno del rey eran inimaginables hace unos años.
Recuerdo que a principios de los 90 el director del periódico La Provincia, donde trabajaba entonces me modificó un titular sobre la reina. Yo había puesto «la carcajada de la reina». Él , de acuerdo con lo que se estilaba entonces, cambió «carcajada» por «sonrisa».
Debió de pensar que el término era poco apropiado para Su Majestad y así el título que salió publicado al día siguiente fue : «La sonrisa de la reina». Pero lo de aquel día en la Casa de Colón fue una carcajada. Ahora puedo decirlo. (En realidad ya lo dije en un post anterior que no soy capaz de encontrar)
¿Por qué los políticos han caído tan bajo?
Publicado en: actualidad
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