El otro día uno de mis compañeros me comentaban algo que había ocurrido en determinado ayuntamiento. Hablábamos de un proyecto , modesto pero muy resultón, que ponen en marcha los actuales gobernantes. Me explicó que, en realidad, ya estaba previsto en el anterior mandato, pero que los gobernantes anteriores no habían sido capaces. «Fueron cuatro años perdidos», me dijo.
El comentario de mi colega no cayó en saco roto. En vez de olvidarlo o archivarlo en asuntos para pensar más tarde, lo conservé en la zona noble de mi cabeza y le di vueltas y más vueltas.
Siempre me ha producido una gran desazón comprobar la incompetencia en lo público. Ver con tus propios ojos cómo se ha malgastado dinero de todos en proyectos inútiles o superfluos, cabrea. Más si son corruptelas o corrupciones, pero las incompetencias también son relevantes porque el resultado es el mismo: se malgasta el dinero público.
Me parece que el sistema tiene más o menos resuelto cómo atajar la corrupción. Está claro que robar está mal y hay formas de castigarlo. Lo normal es que un individuo o individua que haya sido condenado desaparezca de las listas electorales.
No ocurre lo mismo con los incompetentes, los vanidosos y los tontos. No se ataja la negligencia.
Puedes haber dilapidado cuatro años de gestión sin haber sacado un proyecto adelante o sin haber resuelto problemas de los ciudadanos que es para lo que se le paga, que no pasa nada, nadie te va a pedir cuentas.
Si eres tan hábil como para sobrevivir en tu partido, te eternizarás en la poltrona. Si no aquí, por allí; y, si no es ahora, en el siguiente mandato. Hay auténticos artistas de la nada.
No saben hacer nada, nunca han hecho otra cosa más que figurar y cuando hablan sueltan humo, pero ahí siguen, flotando en el estanque de la vida pública.
Seguí con mis reflexiones y se me ocurrió la insensatez de crear un sistema de puntos, de tal manera que todo cargo público partiera de un determinado número al inicio del mandato. Así a cada decisión fallida, a cada embuste, a cada falta de diligencia y demás incompetencias se les iría restando tantos. Al llegar a cero, a la calle y sin posibilidad de volver a presentarse como le ha pasadao, por fin, a Casimiro Curbelo, aunque éste por otro motivo.
(En la foto de Arcadio Suárez, un bastón de mando de un alcalde)
Un carné de puntos para los cargos públicos
Publicado en: actualidad
2
Pedro
No es una insensatez, sería una forma de estimular y garantizar la eficacia del trabajo de los presuntos Servidores de la Ciudadanía, de filtrar la porquería que flota en el estanque de la vida pública, de crear una herramienta de selección natural para obligar al político a evolucionar hacia unos modos de conducta y gestión más consecuentes con sus responsabilidades. ¿Utópico?, es posible: los que establecieran tal sistema de puntos son los mismos que nos ofenden con su homogénea incompetencia; los ciudadanos ostentamos la soberanía pero no mandamos, ni hacemos las leyes ni hacemos eficaces auditorías de la gestión pública, sólo legitimamos el gobierno de una clase política acomodada en su incompetencia.
Saludos.
Ángeles Arencibia
Pedro me alegro de que no te parezca una insensatez la idea, y te pido disculpas por haber tardado tanto en aprobar tu comentario. Saludos