Uso la expresión del título con el tono que le da Sabina en su canción para expresar con palabras el sentimiento que me produce el contenido de una rueda de prensa que se celebró este viernes en Las Palmas de Gran Canaria, en la que un poeta pidió dinero para culminar su magna obra.
Como dice una o uno en los comentarios a la noticia que publica canarias7.es, que recorten de donde sea, que quiten la sanidad a los inmigrantes legales también, que suban un poco más las tasas universitarias, que cierren las residencias de mayores, que se haga el sacrificio que sea necesario para que el poeta pueda atender a sus gastos cotidianos mientras crea su epopeya épica de miles de versos.
Según se informa, en los últimos años ha recibido 180.000 euros en ayudas de distintas instituciones -se cita a la Obra Social de La Caja-, y ahora pide 30.000 euros para hacer frente al año 2012. ¿Qué son 30.000 euros cuando hablamos de poesía?, me pregunto. ¿Dónde quedó el poeta sacrificado que pasa hambre por su arte?, me repregunto.
Un conocido, comercial de una empresa, me decía el otro día que había asistido a un cursillo de esos que dan a a los vendedores para que aprendan a vender más, en el que les habían aconsejado no escuchar las noticias en la radio antes de ir a trabajar. Me dijo que lo había comprobado y que, si seguía el consejo, llegaba con mejor talante a la oficina: vendía más.
En estos tiempos las noticias son tremendas, cada día se superan y las pequeñas alegrías siempre van seguidas de un jarro de agua fría.
A la buena noticia -para algunos de nosotros- de la victoria de Hollande en Francia le ha seguido sobre la marcha el desastroso resultado de las elecciones en Grecia, donde el partido más votado sólo ha conseguido el 18% de los votos, y donde una formación nazi entra en el Parlamento.
Grecia, ingobernable; los enfermos crónicos en España aterrados por las reformas de Rajoy y el paro que continúa su marcha triunfal.
En esta tesitura la falta de fondos para el poeta de la epopeya de miles de versos me recuerda a la elaboración de un consomé y a la espuma que sobresale en la ebullición, la que se quita para dejar la esencia, la sustancia, la realidad.
Gastos en los que antes no se reparaba porque se camuflaban entre las riadas de dinero que iban de acá para allá, ahora salen a la superficie por superfluos, como la grasa en un caldo hecho con fundamento.
¡Qué demasiao!
Publicado en: actualidad
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