Vivimos a tal velocidad que no saboreamos el momento. Me pasa a menudo. No estoy en lo que estoy sino en lo que voy a estar. Repaso en mi mente lo que tengo que hacer a continuación, planeo y ordeno mis movimientos. Pienso: Si me levanto a las siete y desayuno en diez minutos, me ducho en tres, levanto a las niñas, subo y bajo y me doy la vuelta, me da tiempo para ir, venir y volver a ir…
Más o menos, pero con concreciones, éste puede ser uno de mis pensamientos poco antes de irme a la cama por la noche. (Menos mal que tengo un ratito de lectura, rito que no perdono asi me acueste de madrugada.)
Te habrá pasado quizás, que como no estás en lo que estás, hay veces que confundes el día del cumpleaños al que han invitado a tu hija, y vas un día después, con tu regalo y tu carita de ilusión.
Yo cada vez planeo más mis movimientos, porque van en aumento y si no los organizo, me salto alguno. Como el cumpleaños del que te hablo o el encargo que me hizo mi hermana. Pero hay despistes y despistes: Despistes de poca monta y despistes de categoría. Como los de una amiga mía, profesional respetada en su campo, con carrera superior, madre de familia con excelente puntuación en el ranking doméstico, guapa y bien arreglada para lo que sea menester. Es casi perfecta, si no fuera porque es la reina del despiste. Gracias a Dios, porque esta pequeña tara mejora el conjunto.
El otro día me contó los tres últimos y le pedí permiso para meterlos en el blog porque me pareció que no podían caer en el olvido.
Aquí va el número 1: Iba mi amiga conduciendo cuando al mirar por el retrovisor se vio «un punto negro» en el ojo. Se sobresaltó mucho y pensó en lo peor hasta que cayó en que aquel punto negro era… ¡la pupila!
Despiste número 2: Otro día, atribulada, pensando en sus preocupaciones, se tocó con la mano en la zona de la nuca y volvieron a sonar las alarmas. ¡Un bulto! ¡Tengo un bulto en la nuca! Rápidamente fue a ver a un médico que, muy amablemente, le explicó que ese bulto era una pieza de la columna vertebral que había estado allí toda la vida, como en todas las nucas del resto de homo sapiens que han poblado y pueblan el planeta.
Despiste número 3. Sólo las mujeres pueden entender ésta en su verdadera dimensión. Fue al cuarto de baño y observó que había dejado unas gotas de sangre en el retrete. ¡Dios mío¡ ¡Me voy a morir!
Lógicamente, era la menstruación y ella, que lleva 30 años sufriéndola, sólo cayó en la cuenta después de unos instantes de pánico.
Todo esto es rigurosamente cierto y ella lo contó muerta de risa. Como debe ser.
(Por un retrovisor vio su punto negro. Kevinrosseel/Morguefile)
Esther
Joé con tu amiga, creo que no volveré a pensar que soy una despistada en bastante tiempo…
Ángeles Arencibia
Esther: es tal como lo cuento. En eso es tremenda, pero a mí también me va pasando cada cosa que …
Cuinpar
Ay, Ángeles, yo lo siento por tu amiga, pero este post es muy bueno para mi autoestima. Mira que tengo fama de despistada (no sin razón, te lo aseguro), pero la próxima vez que alguien me diga algo, le voy a dar la dirección de este post, para que vean 😉
Beso,
Ángeles Arencibia
Cuinpar. Sí es despistadilla. Tiene alguna otra historia que contaré otro día, si ella me deja .
emma
a mi también me pasa esto que dices mucho ultimamente, con lo cual deduzco que debe ser cosa de la edad. Tengo el dico duro lleno!!!! He visto a mi madre toda la vida dirigiéndose a la despensa o a la nevera y pararse pensando ¿QUÉ HE VENIDO YO A BUSCAR AQUÍ? pues ahora soy yo la que sufro estos episodios de mente en blanco. O buscar como una loca por todas partes las gafas que tengo en la cabeza…en fin, que las mujeres vamos como motos y cargadas de bolsos y mochilas. hasta pocas cosas pierdo.
un beso
Ángeles Arencibia
Emma: La edad también.
antonieta patateta
muy buenos despistes……….sospecho de A.E , no puede ser otra
Ángeles Arencibia
Antonieta: No, no es ella.