No sé qué haría esta ciudad de Las Palmas de Gran Canaria sin Ricardo Villares y su equipo de entusiastas de la Casa de Galicia. Seguramente la cabalgata de reyes habría desaparecido ya, y también seguramente para varios miles de vecinos las fiestas de Navidad serían aún más difíciles.
Ricardo Villares es canario gallego o gallego canario. Nunca he conocido a nadie tan gallego -y conozco a algunos-, ni a nadie tan canario -y también conozco a algunos-. Y no por el acento, que conserva el deje galaico bien amarrado, sino por su amor a esta isla, que es de verdad y no es un eslogan para un candidato al Cabildo.
Lo conozco desde hace muchos años. Lo he entrevistado y también he compartido alguna comida con él y su esposa, tan simpática y cariñosa como el caballero.
Es un hombre pequeño y sencillo que, sin embargo, es capaz de mover montañas. Para hacerlo se pasa las navidades trabajando como un chino, sacándole al día más horas de las que tiene.
Esta es la época en la que Ricardo sale de su anonimato y empieza a soltar verdades en los medios de comunicación. Nos pone la realidad al descubierto, porque a él sí le creemos. Es tan honorable su trayectoria.
Desprendido y generoso no gana nada material con este esfuerzo quijotesco, se lo lleva todo en satisfacción íntima, en agradecimientos eternos, y eso se le nota un poco en la expresión cuando llega a pie al final de la cabalgata de Reyes, en visperas ya del remate de la campaña.
(Muerto de risa Sonriente, con un juguete donado para la campaña en una foto de Arcadio Suárez)
¿Qué haríamos sin Ricardo?
Publicado en: actualidad
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