Tengo unas veinte cremas en mi cuarto de baño. Entre muestras, regalos, compras compulsivas y donaciones acumulo tal cantidad de alisantes y antiarrugantes que mi piel debería tener el aspecto del parche de un tambor.
No es así. Muy al contrario, ya noto la inminente victoria de la flacidez y las arrugas. Por ahora son sólo amagos, amenazas, avanzadillas que auguran que cualquier cambio que se produzca será a peor. También es verdad que funciono por impulsos, no soy nada constante y éste es un requisito indispensable para que cualquiera de estas cremas pudiera tener una oportunidad.
La verdad es que no sé ni por qué me las pongo. Será que la esperanza es lo único que se pierde. Desde niña me rebelé a estas esclavitudes femeninas. Siempre me pareció injusto asuntos como la depilación o los tacones que nos colocan en inferioridad de condiciones frente a los hombres. No sin cierta maldad me regodeo ahora con la moda de la depilación masculina. Lo de ellos es más duro, hay algunos que se depilan todo el pecho, la espalda, las piernas .. ayayay
Maldades aparte, esta rebeldía ha conseguido que haya llegado a los 40 sin saber maquillarme más allá de lo imprescindible, que tenga muy poca maña con los tacones y que, como he dicho, administre las cremas como si se tratara de decidir entre mostaza, kechup y mahonesa.
Pero últimamente he descubierto en mí un inédito interés por todo eso que no aprendí a dominar a su hora -el maquillaje, los tacones..- y que no sé si achacar a que me estoy dando cuenta de que ahora -la edad- va en serio; a un impulso pasajero, o a que empiezo a ver que ya no hay lugar para la rebeldía, porque ya nada debe ser, en teoría, patrimonio de ninguno de los dos sexos.
(En la práctica ya sabemos que se necesitan anuncios como éste que, por cierto, me hace mucha gracia.)
Arrugas con sexo
Publicado en: en primera persona
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Esther
Es curioso, los hombres (y disculpen por la generalización) han cogido esa parte de la esclavitud femenina que te ata a las cremas y a la depilación. Pero no la que te ata a la lavadora.
Reconozco que me pasa como a ti, Ángeles, y me descubro viendo los anuncios de cremas faciales para hombres con una sonrisa maliciosa. En cambio me causan mucha tristeza los que van orientados a concienciar sobre el reparto igualitario de tareas. En fin… tiempo al tiempo.
Lupe
Yo empecé a llevar tacones a los 36. Mis amigas decían que andaba como Humberto Janeiro (sí, son un encanto). Ahora camino un poco más fluidamente, con más elegancia, pero aún no termino de parecer una mujer. Confío en aprender antes de que me llegue el tiempo de la bonita combinación artrosis/juanetes y tenga que ir por la calle con zapatillas-de-dentro-casa. Que es lo que me apetece los más de los días.
Ángeles Arencibia
¿Humberto Janeiro? Ya será menos.