
Vivimos tiempos extraños. Ahora en la primera de TVE después de las noticias ya no hay culebrón. El hueco en la parrilla se cubre con historias reales de gente que las está pasando canutas. ¿Para qué vamos a inventar personajes?
Se llama Entre todos y me recuerda a la España de Lucecita y del Pequeño Ruiseñor, a la de la miseria y la caridad; a la de la beneficencia y los pobres de solemnidad.
Consiste en sacar a personas al borde de la miseria o en la miseria misma para que cuenten sus penas. He visto algunos y hay historias brutales. A perro flaco todo son pulgas.
Las personas que salen en el programa han perdido ya tanto que contar en un programa de máxima audiencia lo desgraciados que son es el menor de sus males. Para ellos hasta la vergüenza es un lujo.
Entre todos está conducido por Toñi Moreno, una presentadora andaluza que vive las penas como si fueran suyas y que da saltos y gritos cuando un espectador solidario (precisa que no es caridad, sino solidaridad) llama para decir cuánto le ha enternecido la historia de las personas que nos miran a través de la pantalla; que no pueden hablar de la emoción o que son del mismo pueblo.
Después dicen cómo están dispuestos a ayudar-. A veces dan dinero; otras, la ayuda es en especie o consiste en un trabajo.
“¡ 300 euros!”, grita la presentadora y los espectadores presentes en el plató aplauden de pie, borrachos de sentimientos.
Hasta la fecha han solucionado decenas de casos, gracias a la buena fe de los que ven la tele a la hora del culebrón. Muchos de los que llaman son jubilados o simples trabajadores que comparten lo que tienen. No pongo en duda las intenciones ni el hecho cierto de que hay gente que a lo mejor escapa con uno de estos empujones, pero esta pornomiseria en la primera cadena de la radiotelevisión pública da más ganas de emigrar con una maleta de cartón como en los 50 que de ponerse el móvil entre los dientes y salir a la calle buscarse a la vida.
No se trata de limosnas, se trata de derechos.
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