Un buen amigo es como una lata de sardinas. No caduca, no defrauda y alimenta. Uno no se come a un amigo. Al menos no es habitual en esta parte del planeta. Pero hay ratos que son más ricos que la mejor de las ostras o que el más fino de los bacalaos. Ummm, qué rica es la amistad.
Un amigo nutre el corazón, que también necesita de su alimento. Es un plato que se cocina a fuego lento durante toda la vida. Se sazona, se huele, se prueba y se mima para que no se malogre, para que esté muy bueno.
Porque un amigo tiene que durar, si no, no es un amigo. Será un episodio, un sucedáneo, un sucedido o un suponer. Pero amigo, desde luego, no es.
Es esa lata de sardinas que deambula por la despensa. Está allí para un apuro, para lo que sea menester; no necesita aspavientos, ni ceremonias; ella está allí, tan modestita, en su esquina de la alacena, como esos amigos a los que no vemos a nunca, pero que sabemos siempre a mano.
Y cuando hace falta se abre (la lata) o se coge (el teléfono) y allí está la sardina o el amigo, igual de dispuestos.
Las amistades, como son para siempre, dan alegría a toneladas. Hay alegrías grandes y abultadas y otras más pequeñitas, como esa tapa que te ponen con el aperitivo, que es apenas un bocado, pero sabe a gloria. Son esos encuentros inesperados que te dejan con la cara iluminada y el alma tan ancha.
Después hay alegrías enormes, de esas que no caben por la puerta. Nos cuesta darnos cuenta y las vemos después. Cuando se han pasado. ¿Te acuerdas?
Los amigos son confortables, amorosos, cómodos, sustanciosos, seguros, fiables, majaderos y, a veces, algunas veces, bastante más divertidos que las sardinas.
(Escribí este texto como regalo para una amiga portuguesa, una señora de las de coraje y alegría. Él, mucho más modesto que las sardinas, tuvo el honor de ser leído en su fiesta, entre amigos y fados).
Photo credit: jeltovski from morguefile.com
Un buen amigo es como una lata de sardinas
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Marisol Ayala
Razones, Angelines. La amistad es esa cosa tan maravillosa que siempre tienes a mano, como la latita de sardina de la foto. Sabrosa y dispuesta. Todos hemos experimentado ese placer; la caprichosa existencia tiene vericuetos, idas y venidas, pero es verdad que los que siempre te esperan, como esa lata de sardina, son los amigos.
Un beso.
Ángeles Arencibia
¡Caramba! Doña Marisol Ayala in person (virtual) en este blog. ¡Cuánto honor! Besos bloguerísima.
Sergio Naranjo
Muy bueno, este de hoy, muy original. Yo también he tenido amigos como latas de sardinas, de esas (yo creo que las de tomate) que no se pasan nunca. Pero también los he tenido de un tipo más bien aceitoso, que después te acaban por caer mal y se te indigestan.
¡Saludines!
Ángeles Arencibia
Hola Sergio, el tomate me gusta mucho. La salsa de tomate es una de mis pasiones, mira si soy sencilla. Saludos.
Diego Talavera
Hola, Angeles. Manuel Vicent me dijo una vez que el amigo de verdad se nota cuando lo llamas a las dos de la madrugada por teléfono para pedirle de forma urgente 250.000 pesetas y te las presta sin cabrearse. La definición tiene mucho que ver con la lata de sardinas. Un abrazo y gracias por tu amistad.
Ángeles Arencibia
Querido Diego, tu siempre tan elegante. Recuerdo que entrevisté a Manuel Vicent gracias a tí. Un abrazo y gracias a ti también.