Hay pocas cosas que den más satisfacciones que las buenas relaciones personales.
Me ha venido esta idea a la cabeza hace unas horas cuando, harta de ver siempre a la misma persona en el mismo sitio a la misma hora, me he decidido a preguntarle su nombre para que mañana, cuando nos volvamos a encontrar, poder decirle ‘hola fulanita’ y ella a mí ‘hola menganita’.
Saber el nombre de alguien da un plus de intimidad al saludo, aunque sea entre extraños.
Quizas sea el paso que di esta mañana el primero de una relación satisfactoria y duradera. He pensado si sería capaz de acordarme de cuál fue la primera vez que vi o hablé con alguna de mis mejores amigas y amigos, y no lo soy, quizás porque el origen de algunas de estas relaciones se pierden en la noche de los tiempos.
Cada vez me aferro más a la idea de que las apariencias engañan y de que no hay nada más interesante que una persona interesante.
Es una sopresa que es preciso abrir, como los paquetes de cumpleaños. Por eso intento no poner cortapisas a nuevos conocimientos ya que las gestiones son baratas y la relación calidad-precio, como dicen en los concesionarios de coches, puede ser extraordinaria.
Mi madre bromeaba a menudo cuando se encontraba con alguna conocida y se saludaban con un beso con la idea de que un beso era de las pocas cosas que no costaban dinero. Ya entonces, -hablo de los años setenta u ochenta-, el tema económico estaba a la orden del día.
¡Ja! Que le hablaran a ella de crisis, que vivió la posguerra en Barcelona. «Acabó la guerra nuestra y luego vino al mundial…», decía cuando recordaba aquella etapa de penurias.
Hace unos días estuve en la presentación de un torneo de pádel (que aquí engancho por si interesa) en beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC).
Una de las personas que intervino fue un paciente de 65 años que contó su experiencia tras superar un cáncer colorrectal. Entre otras historias, destacó que un día había recibido 75 llamadas de personas que se interesaban por su salud.
«No sabía que tenía tantos amigos», nos dijo con el orgullo de quien relata una victoria. Son los amigos como triunfo, como medida del éxito personal.
Photo credit: jdurham from morguefile.com
¿Y tú cómo te llamas?
Publicado en: en primera persona
1
Sergio Naranjo
Que las apariencias engañan lo tengo yo clarísimo: Soy un mentiroso colosal…